La verdad no me gusta mucho caer tarde a los lugares en dónde tengo preestablecido un horario de llegada, pero por repetición a la fuerza, me acostumbre [lo que no esta nada bueno]
La puntualidad no se hace cuerpo en mi y creo haber encontrado las razones: Los putos colectivos de la ciudad.
- Pasan cada 20 minutos [con suerte] y frena, si es que no va hasta las pelotas.
- Olvidate que si perdes uno, te tomas el próximo. Si pasa uno, pasan TODOS.
- Obvio, el que te tomas vos, de esa fila india, es el último.
El tema de los bondis es tan simple como la mentira de las cajas rápidas. Siempre hay una vieja de mierda que te caga la vida. Compra más de 10 productos pero se hace la pelotuda, pasa igual. Cuando va a pagar los billetes no le alcanzan, entonces despliega el motín de tarjetas de crédito, todas sin fondos suficientes. Y así termina: deja la mitad de los productos y paga con los 20 pesos que tenía en la billetera en un principio...
Bueno, acá me pasó lo mismo: El cole que me tomé [luego de perder los 5 juntos mientras iba en el camino y se me pasaron frente a las narices] iba a una velocidad de tour de chinos en Londres. Obvio, todos los semáforos en rojo. ¿Sigo? Parece que a todas las personas se les dió por tocar el timbre en cada parada. Sino, alguna mano estirada en la calle hacía frenar el cole.
Obvio, para cuando llegué al centro [las últimas 10 cuadras] era todo un caos. Hora pico, quilombo madre, bocinas y gritos por dónde escuches. Y esta demás decir que llegué tarde al odontólogo.